El bueno, el feo y el malo

Algunas veces actúo de manera extraña, lo reconozco. Mis amigos lo atribuyen al hecho de que soy español. O catalán. O de San Serenín del Monte. En cualquier caso, extranjero. Y sí, algunas cosas les pueden parecer extrañas aunque para mí sean normales por venir de donde vengo... pero otras no. Hola, me llamo Sergio y soy una entidad única, pensante (de vez en cuando), cambiante, y a veces extraña.

La introducción puede parecer aleatoria, pero me ha parecido una buena manera de introducir el tema del cual quiero hoy hablaros: los tópicos.
Dejadme resumir la situación. En primer lugar, tenemos al malo-malísimo de la película. Le podemos llamar Alemania, o le podemos llamar España. En segundo lugar, claro, tenemos a la bueno-buenísimo. Sin bueno no hay malo. Le podemos llamar España, o Catalunya.
Curioso, ¿verdad? Algo con el lexema 'Españ' funciona tanto de villano como de víctima. Los españoles -catalanes incluídos- son víctima de los alemanes pero son -en oposición a los polacos- los opresores de los catalanes. ¡Anda qué bien!
¡...pues no!

Lo único malo-malísimo que hay es generalizar. (Y sí, el juego de palabras detrás de ello es totalmente intencionado.)
En Alemania hay un gobierno de derechas neo-liberal que está jugando a ser el lameculos principal de instituciones tan bonitas como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, de la mano de nuestro amigo el libre mercado.
En España hay un gobierno de derechas social que a nivel económico está siendo el lameculos de Alemania porque no le queda más remedio. Para no sentirse totalmente aislados de poder en los pocos ratos libres que tienen juegan a modificar políticas sociales con una tendencia claramente retrógrada, ya que en eso el gobierno alemán no se mete.
En Catalunya hay un gobierno de derechas gobernando con un partido de extrema izquierda porque ya lo dice el dicho (español), el enemigo de mi enemigo...

Hasta aquí estamos de acuerdo. Pero aquí empiezan los problemas.
Porque no, señores. 'Los alemanes', ese concepto vago y opaco que recientemente causa más temor que el Coco, no son nuestros enemigos. Lo que sea que 'nuestros' quiere decir. Son un país de 78 millones de personas - y no 82 como ellos creían, lo cuál demuestra su grandísima eficiencia estadística. Tienen una minoría turca muy importante, unos problemas étnico-religiosos semi severos, una importante división este-oeste y una incipiente fractura social à l'anglaise: los que tienen mucho y los que no tienen nada. Hay ingenieros cobrando un pastizal trabajando siete horas al día, pero también hay camareros cobrando quizás 700 euros mensuales combinando dos o tres mini trabajos. Hay jubilados que tienen que trabajar a tiempo parcial porque si no no pueden subsistir. ¿De verdad ustedes creen que toda esta gente está en contra del 'español', concepto también inexistente?
'Los españoles' no van muy por detrás. Un gallego, un andaluz y un catalán tienen poco en común, más allá de varios canales de TV y un pasaporte. En España hay una enorme población inmigrante que a nivel mediático parece ignorarse por completo, como si no fueran parte de la sociedad del estado. Pero lo son. Rumanos, magrebíes, latinos, etc. Aunque vamos, meter en el mismo saco a un argelino y a un marroquí, o a un mexicano y a un argentino, tampoco es demasiado acertado.
Y mis favoritos, 'los catalanes'. Ah, el catalán, dícese de aquél residente del área conocida como Catalunya, henchido de orgullo 'de ser-hi'. Claro, porque un barcelonés y un gerundense (sí, ¡se dice así!) tienen mucho en común. De hecho un barcelonés nunca tiene orígenes del sur, 'sur' siendo un concepto generalizado para zonas tan iguales como Murcia, Extremadura, Andalucía occidental o Andalucía oriental. Porque no hay una región dentro de la región que habla otro idioma totalmente diferente y se considera una nación propia, y es oprimido por el gobierno de la región (léase Val d'Aran - premio especial al primero que vea el paralelismo). Ni una gran comunidad expatriada e inmigrante, de sitios tan variopintos como Pakistán, China, Argelia o Argentina. Lo mismo empezando ambas por 'Arg' tienen cosas en común y todo. Comunidad que por cierto sólo se representa en los medios cuando alguno de ellos -a título individual- apoya el independentismo.

Empiezo a estar harto de leer la prensa y encontrarme con generalizaciones dignas del Polònia (programa digno de ver, por otro lado). Catalunya no es independentismo al igual que la Generalitat no es Convergència (sin Unió). Barcelona no es el Barça al igual que Madrid no es el Real Madrid. España no es el PP, de la misma forma que Reino Unido no es sólo Inglaterra.
Hoy leía que un periodista alemán, de nombre Juan Moreno, y de origen almeriense, va a renunciar a su pasaporte español, estando en claro desacuerdo con el cachondeo reinante en la piel de toro. Me sorprende que sea noticia esto, en un artículo claramente irónico y despectivo respecto al periodista.
Es su decisión personal, y no puede decirse que no sea informada.
Yo mismo me planteé en su día renunciar a mi nacionalidad española si algún día adquiero otra. Ahora empiezo a ver que sería absurdo. Yo soy quien soy, y un documento no va a cambiar nada. No voy a estar más o menos en contra de la política del PP por tener un pasaporte español, catalán o británico. No voy a dejar de hablar catalán como lengua nativa por no volver a vivir en Catalunya, al igual que no voy a dejar de ser murciano aunque nunca lo fui. Las raíces tiran.
Juan Moreno, pasaporte alemán, o español, o vietnamita, nunca va a poder cambiar que sus padres son de Huércal-Overa, lugar donde él nació. Nunca jamás podrá hablar de la haraganería de los españoles sin recordar que, bueno, sus padres lo consiguieron aún siéndolo.
Nunca podré ignorar que, al menos en mi círculo en la universidad, en general los griegos que conozco son más pudientes que los alemanes que conozco. Soy consciente que esto no es un reflejo de la estadística, pero tampoco puedo ignorarlo.
Y ustedes nunca deberían ignorar que, catalanes o españoles, o alemanes o andorranos, al final del día somos personas. Y dependerá de nuestra riqueza, de nuestra nacionalidad, de nuestros orígenes, de nuestra educación, y de otros muchísimos factores, el que seamos de una manera u otra, y apoyemos a determinada facción. Así que por favor, señores de los medios, me gustaría que dejaran de caracterizarme como un cerebro fugado, independentista y culé. Porque sí, soy un joven con pasaporte español que vive en el extranjero, pero en mi afortunado caso, fue una decisión libre e individual. Igual que soy catalán pero por diversos motivos no creo en la independencia, ni ahora ni de la manera que la propone el señor Mas. Y sí, seré de Barcelona, pero el fútbol y la política no tienen nada que ver así que ¡hala Madrid! Y por favor, recuerden no demonizar a los alemanes cuando tengan un rato libre: una parte muy importante de ellos tienen una situación probablemente similar a la suya, en cuanto a incomodidad, y como ustedes, lo único que buscan es poder mejorarla, y caen en las garras del populismo periodístico que tanto daño está haciendo a (casi) todos.

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